EL PROBLEMA ESTRUCTURAL DEL EMPLEO EN ARGENTINA



Ezequiel Rojas



La situación del empleo en nuestro país no es un fenómeno fortuito ni un daño colateral de los distintos programas económicos implementados, más bien es un hecho planificado en función de restructurar las tasas de ganancias de los grandes capitales productivos.

Para entender la evolución del empleo hay que analizar los periodos que fueron dibujando el escenario actual, teniendo como etapa regresiva 1974 a 2001, donde la actividad, el empleo y la desocupación muestran los números de un sostenido proceso de deterioro del trabajo.

Pero resulta necesario identificar dos momentos: el inicio del ciclo neoliberal en Argentina en los años 70, primero con el  fallido “Rodrigazo” en 1975 y luego con el golpe cívico militar en 1976 donde el salto cualitativo de la elite dominante integraría gradualmente a los distintos sectores del capital (financieros, productivo-industrial, productivo-agropecuario). Allí se implementaron dos tácticas, por un lado el estatal con el brazo militar a través de la represión y el terrorismo de Estado, provocando la detención, asesinato y desapariciones en su mayor parte de dirigentes gremiales, delegados y trabajadores. La otra táctica, desde lo económico, una serie de modificaciones decretadas por el ministro Martínez de Hoz, dos de ellas la implementación de la ley de entidades financieras y la apertura comercial de importaciones. El objetivo era recuperar el control sobre las condiciones de reproducción ampliada del capital, reconfigurando las estructuras políticas internas y de integración transnacional del gran capital local, implementando un ataque directo a las condiciones de producción.

El segundo momento y por ende una tercera táctica fue la convertibilidad como etapa conclusiva de la restructuración neoliberal. A pesar de su crecimiento económico entre 1991 y 1998, la incidencia en la pobreza alcanzo niveles históricamente elevados, con un fuerte incremento del desempleo y una caída sostenida en los ingresos familiares. Hacia 1998 la tasa de desocupación llego al 15% y los ingresos por personas era de un 20% más pobre en comparación a 1991, tendencias que se acentuaron con la crisis de 1998 y 2002. Durante 28 años la actividad económica Argentina se mantuvo relativamente estable. Si contemplamos el primer trimestre de 1974 donde la tasa se ubicaba en un 40,6% y para comienzos del “Rodrigazo” bajo un punto, para fines de 1982 se ubicaba en un 38%. En el inicio de la convertibilidad rondaba el 39% y para 1994 alcanzo el 40%, llegando al fin del gobierno de Carlos Menem en un 42%. Lo paradójico es que mientras la actividad crecía o se mantenía estable, la tasa de empleo disminuía y por ende el desempleo aumentaba junto a la subocupación. 

Hay algunos componentes extraordinarios que pueden explicar esa tendencia estable o creciente de la actividad, que pueden ser por un lado el crecimiento demográfico; también la influencia de migraciones internacionales – a pesar de que el flujo varia fuertemente en los momentos de expansión, recesión o crisis económica- el componente de adultos en edad activa fue predominante; también las migraciones internas rural-urbana o urbana-rural desde pequeños pueblos cuyo impacto se pueden identificar en los grandes aglomerados urbanos alcanzados por la EPH. El otro factor de importancia es el fuerte crecimiento de la PEA femenina. El "efecto llamado" podría ser parte de la explicación, porque el fuerte crecimiento del PBI desde 1991 a 1994 se dio en a la par de un fuerte incremento de la PEA.  Este efecto significa que en condiciones de crecimiento económico, cuando se considera que se han creado o se van a crear nuevos empleos genera expectativas positivas y numerosas personas disponibles salen de la "inactividad" e ingresan al mercado de trabajo pasando a formar parte de la PEA buscando empleo, al considerar que en ese momento existen mas posibilidades

Desde el inicio del segundo semestre de 2003, la tasa de actividad según la EPH continua muestra por una parte un salto de unos 4 puntos respecto del último periodo relevado por la EPH puntual. Esto no se debe a un súbito aumento del número de ocupados y desocupados, sino que se explica mayormente, en parte por la nueva metodología utilizada que  considera formando parte de la PEA a ciertas categorías que antes no lo eran y, por otra parte, debido a que se incluyen dentro de los ocupados —y particularmente de los subocupados— a los beneficiarios de los planes sociales que deben efectuar una contraprestación en trabajo por hasta 20 horas semanales. Esto se comprueba a lo largo del periodo, pero esto lo explicaremos en otro artículo.

Las muestras en la tasa de empleo y desocupación entre el periodo mencionado refleja el proceso gradual de deterioro del trabajo en Argentina. Si tomamos el primer trimestre de 1974 el empleo se ubicaba en un 38,6% y la desocupación en un 5%. Al comienzo del golpe cívico militar en 1976 el empleo se encontraba en un 37,8% y la desocupación en un 5.2%. Si tomamos el periodo 1977 a 1985 el empleo se había reducido de un 37.6% a un 35.9% y el desempleo en un 6.6%. Para fines de los años 80 la desocupación escalo al 7.1%.

Este debilitamiento del empleo en Argentina tiene variaciones relativamente ajustadas a las formas que el capital concentrado impulsaría tras el fracaso de la política económica del golpe cívico militar, y con la apertura democrática en 1983 el plan consistía en realizar ajustes a través del crecimiento de la deuda pública, y por otro lado, la implementación de programas de ajustes monetarios, como el Plan austral (1985-1987). En efecto, los años ochenta fueron periodos de estancamientos y crisis inflacionarias, pero precisamente como resultados de la propia acción del capital. La necesidad y voluntad de las empresas eran las de elevar sus ajustes productivos, aumentar la explotación laboral y recomponer tasas de rentabilidad, y eso lo logro actuando coordinadamente recortando sus niveles de inversión, acentuando la flexibilización interna de los procesos productivos y otorgando un rol relevante al sistema financiero para llevar acabo sus actividades.

 La desinversión y la fuga de capitales se materializo en un golpe sobre el mercado de trabajo, creando condiciones de crecimiento de la precariedad laboral y al mismo tiempo la des-localización productiva. El dato significativo es que la pobreza pasaría del 9% en 1974 al 12% en 1983 y dejándolo en 16% para 1992.

Los años 90 comenzarían con una desocupación del 8,6%. La feroz hiperinflación que termino con el gobierno de Alfonsín y la crisis que enfrento Carlos Menem  en sus primeros meses de gobierno fueron el éxito de proyecto en la restructuración empresarial, donde parcialmente se cumplieron tres objetivos: por un lado, aumentar la tasas de explotación laboral, garantizando un nuevo piso – más elevado- de rentabilidad estructural de las empresas, lo que se denomina comúnmente, bajar los costos empresariales. El segundo, consolidar un mercado laboral precarizado, que no solo garantizaba las condiciones para mayor explotación si no que permitía limitar el poder de negociación y disputa de ingresos (su creación y distribución). Tercero, se conformaba una nueva estructura de poder al interior de las clases dominantes, ahora liderada por las fracciones más transnacionalizadas del capital.

A partir de allí comienza una gran transformación en el sistema productivo argentino. Lo que Carlos Menem llamo “revolución productiva” no se caracterizaba justamente por desarrollar producción y trabajo, más bien estaría vinculado a las grandes modificaciones empresariales que introducirían tecnologías altamente intensivas en capital y también cambios en la organización de la empresa, de la producción y del trabajo. El resultado de la conjunción de estas dos innovaciones es una sustitución de trabajo por capital, es decir las grandes empresas no generan más nuevos empleos a pesar de aumentar la producción. El origen de la convertibilidad consolido un salto en la producción global, permitiendo que las empresas reduzcan los costos unitarios de producción. 

Esto se refleja en el periodo 90/94, donde inicia el ciclo más regresivo de desocupación, llevándolo a los dos dígitos. Para el tercer trimestre de 1994 el desempleo alcanzaba los 12.2%. El empleo rondaba el 35% y la actividad económica en 40%. La explicación de una actividad alta durante ese periodo se explicaba fundamentalmente por un fenómeno monetario, es decir, entre 1993 y 1998  la expansión del consumo suntuario de los sectores medios permitía que una porción creciente del total del valor generado, beneficiados por el tipo de cambio 1 a 1, su consumo llego alcanzara el 31%. También puede explicarse por lo que ya describíamos como “efecto llamado”.

La etapa conclusiva de la convertibilidad cerraba con un 13.6% de desocupación. En el largo plazo las tasas de empleo se mantuvieron bajas, y tendieron a bajar con fuertes variaciones. Cuando en las fases expansivas del ciclo se produjo un leve crecimiento de la tasa y del volumen del empleo, esto se debió esencialmente al incremento de la ocupación en el empleo no registrado, el empleo precario y las actividades informales. Por otra parte, las grandes empresas recurrían de manera sistemática a una terciarización de su fuerza de trabajo, es decir que se desplazaron actividades - junto con el riesgo empresario- a otros sectores en donde predominaba el trabajo precario, el trabajo en negro o no registrado y, además, allí la situación es mucho más frágil, es decir que entre los trabajadores terciarizados es donde aparece el desempleo con mayor rapidez.

Ahora bien, en nuestro país durante la década del 90 aumentaron mucho las divisas provenientes de exportaciones, se multiplicaron varias veces entre 1990 y 2000, pero este hecho ha tenido muy poco impacto en materia de empleo debido a la naturaleza de los productos que se exportaban: éstos tienen muy poco trabajo incorporado, como es el caso del petróleo, e l gas, los productos minerales, el aceite vegetal en granel. Todo eso genera divisas, repercute sobre el PBI registrándose como un crecimiento, pero su impacto es muy débil desde el punto de vista de la creación de nuevos empleos.

En cuanto a la proporción de los trabajadores no registrados, obviamente la tendencia era que crezca, lo mismo en cuanto a los trabajadores del llamado sector informal. El empleo público y registrado cayeron abruptamente, pues todas las políticas de "déficit cero" tendieron a reducir el sector público, lo cual  provoco un aumento significativo  de  desocupados, pues los retiros y jubilaciones anticipadas no se compensaron totalmente con la incorporación de jóvenes.

Esta aproximación al empleo y desempleo en Argentina es el inicio de un ciclo de artículos que estaré compartiendo a los fines de tener una caracterización del escenario laboral en nuestro país, las incidencias que provocaron su insuficiente recuperación durante el periodo 2003/09, la ineficiencia del capital local para mejorar la calidad del empleo y porque los lazos sociales actuales están desmembrados a partir de su elemento principal: el trabajo.

 

 

Próximo artículo: El trabajo en Argentina 2003/09


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